Autor: Florencio Ibáñez
Actores: Bato, Cucharon, Gilita, Aparrado, Silvio, Bermuda, bartola, Ermitaño, Diablo.
Un grupo de pastores que va caminando y cantando al mismo tiempo.
Amados pastores
vamos caminando
que los resplandores
del día van llegando
por entre estos prados
bien podremos irnos
alegres cantando
para divertirnos.
Al de estos riscos
y pie sus verdores
nuestro rancho haremos
amados pastores.
Junto aquestas fuentes
haremos majada
y de sus corrientes
beberemos agua.
Bato: Hermanos, si os bien parece y lleváis de mi consejo, por experiencia y por viejo daño aquí no permanece. Podréis ínter amanece por este risco encumbrado, hay un campo despoblado muy propio de aquí inmediato, en donde en muy breve rato se apacentará el ganado. Y si mi discurso ha errado, Cucharón, a mi entender, tú lo puedes disponer como hombre considerado.
Cucharón: No me ha parecido mal, Bato, tu disposición, pues me parece que son obras de un hombre formal. Y así, hermanos, cada cual su cuarto puede elegir, pues también es de advertir que la noche es sospechosa y no es noche de dormir. Tú, Gilita, puedes ir a disponer de la cena, que en cenando en hora buena, a velar se han de partir.
Gilita: Cucharón, gran pesadumbre cabe en mí y en qué pensar, pues por allí vi bajar un hombre por esa cumbre. Y así, Aparrado, la lumbre dispondréis con promptitud también por esa altitud otro bulto vi bajar; no sé qué vendrá a buscar mirando nuestra quietud.
Aparrado: Gilita, con mucho gusto, la lumbre te dispondré pues allí venir se ve un hombre causando susto. No sé sí a darnos disgusto vendrá, por lo que he observado. A vos, Silvio, aunque cansado y como hombre más agudo, que os acompañe Bermuda a pacentar el ganado.
Silvio: Has dicho bien, Aparrado, por lo que estoy escuchando, que hay muchos lobos aullando y no es menos el cuidado. Voy, hermanos, yo confiado en Dios que hemos de tener que nos guíe para ir a ver a la inmensa majestad que profetizada está que esta noche ha de nacer.
Bermudo: De la escarcha atormentado mi cuerpo no halla consuelo; todo el campo está hecho un hielo y muy lejos el ganado. Mas por lo que he observado viendo tantos resplandores, dan regocijo las flores cubriéndose de alegría; yo percibí esta armonía mas no llego a saber dónde.
Bartola: Haya gracia de güerito que al rigor de tanto frío tomad mi capa, Dios mío, no hagas tantos pucheritos.
Todos los pastores:¡Qué es eso, hermano Bartolo! ¿Estás loco o estás soñando?
Bartola: Soñé que le estaba hablando con atentas cortesías a un niño que era el Mesías, que tanto estamos deseando y que le estaban cantando muchos aplausos de gloria. Los ángeles con victoria daban tanto regocijo mirando que es Dios hijo y de Dios misericordia. Silvio, Bermudo, la historia muy bien la habéis escuchado, acudid presto el ganado como Aparrado les dijo.
Bermudo: Vamos pues, Silvio, ya es tiempo que el ganado hemos de ver, espero en Dios el tener en todo feliz contento.
Silvio: Bermudo, qué diversión me causa esta claridad, que con tal velocidad se alegra mi corazón.
Bermudo: Silvio, esta noche serena y sus bellos resplandores manifiestan sus primores que será la noche buena. Cesará en todos la pena porque en estos propios días ha de nacer el Mesías de una Virgen singular y no ha de poder faltar de Isaías la profecía.
Silvio: De lo que dices no dudo según me lo haces saber, que Dios hijo ha de nacer es cierto, Hermano Bermudo. Que ha de nacer si bien pudo de la más pura doncella, la más hermosa y más bella que ha nacido en este siglo. Pero mira, atiende, amigo, que si acaso ésta es la estrella que profetizada está, veremos por dónde va para seguirnos por ella.
Bermudo: Silvio, sin duda es la guía esta es la que el Mesías da. Pienso sin duda será la que el profeta decía. ¡Oye, escucha qué armonía! ¡Qué cánticos y qué loores! ¿No ves reyes y pastores que la siguen con violencia? Vamos, pues, a toda prisa. a avisar lo que ha pasado que el ganado no hay cuidado, que no ha de haber contingencia.
Silvio: Si te parece ser buenas, Bato, tan raras noticias, nos pagarás las albricias con lo mejor de la cena.
Bermudo: ¡Acaba de referir! Que lo que antes era susto ahora nos causa gran gusto lo que nos vas a decir.
Silvio: Bermudo les contará lo que llegamos a ver y él se los dará a entender que mejor lo explicará.
Pastores: (A una voz) Di, Bermudo, lo que has visto, nos morimos de contento.
Bermudo: Fuerza es que lo sepan todo y que me escuchen atento: por ese encumbrado cerro y ese pavoroso risco vi lo que nunca había visto en el tachonado cielo, que alumbrado todo el suelo, cerros, collados, faltontes, por sus prados, cumbres, montes, gorjeaban todas las aves cantando con ecos suaves los más lucidos sinzontles. Por sus bellos horizontes producen luces tan bellas profetizando por ellas que ha nacido el sumo bien; reyes, pastores se ven, que van siguiendo la estrella, y con voces halagüeñas oí que le cantaban Gloria ángeles, reyes, pastores, santificando sus leyes, ¡Santo Dios Rey de los Reyes y señor de los Señores! cantaban tantos primores dando muestra de alegría. Yo apercibí esta armonía mas no llegué a saber dónde.
Bato: Muy buena ha estado la noticia; sin duda que es noche buena.
Cucharón: Gilita, prevén la cena y págales las albricias.
Gilita: Silvio y Bermudo, la cena os doy por tales noticias, y en pago de las albricias recibid esta cadena. Vamos, pues, en hora buena, cenando, hermanos amados. Ya no hay que tener cuidado. Dejaremos a Bartolo, fuerza es que se quede solo a cuidar nuestros ganados.
Bartola: De buen sujeto se han fiado para que pueda velar, que yo empezando a roncar ceso todo mi cuidado. Mas, si he de estar acostado, que se haga su voluntad. Y, a decirte la verdad, no me tientes de paciencia; si estorba la contingencia, que venga el ganado acá.
Bato: Fuerza es que te quedes solo; cena y deja la pereza, no te cierres la cabeza porque has de velar, Bartolo.
Bartola: ¡El desvelo en mí es amargo y en contra de mi salud!
Ermitaño: Dios guarde vuestra quietud y nos preserve del daño.
Bato: ¿De dónde venís, hermano, con tanta desinquietud?
Ermitaño: Yo soy un pobre ermitaño que por estos edificios he vivido muchos años con muy ásperos cilicios. En mí no hallaréis engaños pues vestido de paciencia, disciplina y penitencia, cuando la tentación llega, en la más lóbrega cueva he tenido mi asistencia. suplico me deis licencia de alojarme en su morada pues no me negaréis nada estando en vuestra presencia.
Bato: Yo negársela no puedo pues me llama la atención su vejez y discreción por lo cual se la concedo.
Cucharón: Llega, hermano, en hora buena, pues nos lleva la atención y dará su bendición para comenzar la cena.
Ermitaño: Sí, hermano, que la bendición es buena. Dios padre sea en esta cena porque fue nuestro criador, y Dios hijo redentor nos libre de eterna pena, y Dios Espíritu Santo,
como glorificador, nos lleve a su gloria eterna.
Bato: Ha dicho bien el hermano, vamos, pues, todos cenando.
Cucharón: Llegue Ud., hermano, a la mesa ¡Vamos todos comenzando!
Bato: Yo traigo para cenar un poquito de licor.
Cucharón: Yo aceitunas tomaciles y un pedazo de jamón.
Gilita: Rico pez en escabeche se ha dispuesto y ensalada, y para que beban agua hay panochitas de leche.
Aparrado: Yo traigo aquí en mi zurrón, aunque me parece poco, empanaditas de coco
y un poquito de turrón.
Silvio: Aunque no parece nada pero por no ser el menos, traigo tamalitos buenos y una gallina mechada.
Bermuda: Yo me he quedado perplejo de haber visto su banquete, pero mi afecto promete el pan blanco y queso añejo.
Bartola: Aunque el decirlo me afrenta. Pero dejando mi sueño, traigo para el desempeño una hambre que me atormenta. Y así ninguno se sienta, porque con maña y descoco me arrimaré poco a poco a ir tomando mi destino, porque hoy he de beber vino y he de comer más que un loco.
Ermitaño: Yo, hermanos, con contento, os ofrezco aquestas raíces, que en aquestos verdes países este ha sido mi alimento.
Todos los pastores: ¿Pues, qué, con raíces, hermano, sustentáis a vuestro cuerpo?
Ermitaño: Sí, hermanos, pues así, mortificándome, pienso podré aplacar la justicia de un Dios como juez severo. Y así, si queréis vosotros agradar a un Dios eterno, bien podréis tener templanza limitando en vuestros cuerpos todo lo que es apetito y demasía en el sustento; podréis guardar las vigilias con propósito perpetuo de no quebrantar en nada ya supongo en todos medios, porque es el demonio tan astuto, perverso y meretriciano, que si nos encuentra flacos entrará en nosotros mismos, dándonos tal batería con siete vicios protervos cabeza de cuantos hay entre todo el universo.
Bato: Muy buena ha estado la cena. Démoles gracias a Dios.
Cucharón: Alza, Gilita, la mesa; jamás ha estado mejor.
Gilita: Buen provecho, hermanos míos, Gacias a nuestro Criador.
Diablo: ¡Buenas noches, camaradas! ¿Qué hay, amigos? ¡Qué contentos! ¡Más vale llegar a tiempo que a veces ser convidado!
Bato: ¿Qué se ofrece, caballero, que con tanto desenfado a este sitio habéis llegado con proceder tan parlero? ¿Acaso tú de ese cerro eres quien venía bajando? ¿Por fortuna andas buscando alguna cosa perdida? ¿O eres algún homicida que te vienes disfrazando?
Diablo: Soy caminante perdido que por estas serranías me he vivido varios días, por lo cual posada os pido.
Cucharón: Yo jamás he consentido dar posada en realidad, y si es decirle la verdad, Ud. vendrá de forajido.
Diablo: Pues ¿en qué me han conocido que pueda ser de sospecha?
Aparrado: Aquí no hallará usted brecha. ¡Lárguese por donde vino!
Diablo: (A GILA, pastora.) Siempre la mujer ha sido más piadosa que mujer y así te he de merecer te duelas de un desvalido.
Gilita: En mí no hallará abrigo; váyase de mi presencia que yo no he de dar licencia a quien nunca he conocido.
Diablo: De mí no hay que recelar que soy hombre y no soy fiera, sino que por esta tierra he salido a transitar.
Bermuda: ¿Y qué ha salido a buscar?
Diablo: El destino de mi ciencia y ver si puedo lograr todo lo que intenta y piensa mi mucha capacidad.
Ermitaño: Deseaba yo el encontrar hombre de tanto saber para que me de a entender lo que no puedo alcanzar.
Diablo: Bien te lo podré aplicar, pues nunca jamás he hallado en mi entendimiento raro
ninguna dificultad.
Ermitaño: ¡Pues estadme atento!
Diablo: ¡Ya te escucho!
Ermitaño: Allá en los antepasados, (que de fe se debe creer lo que dieron a saber los escritores sagrados), pues estaban anunciados por los altos hemisferios estos sagrados misterios que hoy me has de dar a entender. Que en la más pura mujer se encierran puntos tan serios por librar del cautiverio al hombre; y es punto fijo, porque el Ángel Gabriel dijo en aquel dichoso día con agrado y regocijo que contaba haberte dicho ¡Dios te salve María llena eres de Gracia: con la mayor eficacia, oye bien lo que te digo, dijo: el Señor es contigo, bendita tú eres... ¡Me parece que irte quieres para oír no que disputo! ¿A qué fin, en este punto, le dijo Santa Isabel, esta reina, esta mujer María adornada de gracia? Si tu saber tanto alcanza y lo quieres comprender, presto dámelo a saber, sácame de esta ignorancia.
Diablo: Cierra el labio, no prosigas, que al pronunciarlo me ofendes, porque lo que tú pretendes puede que no lo consigas si rectamente me obligas. Viva el ardor en que peno y en el más profundo seno de mi morada te arroje y cruelmente te despoje del alma, y con cruel veneno los abrace fieramente a ti y cuanto das por bueno. ¡No sabes cuánto quiero yo! Que aunque la gracia perdí pero la ciencia, ¡eso no!
Ermitaño: ¡Qué presto se descubrió tu alevosa falsedad, pues en traje de perdido encubríais vuestra maldad! Si no teníais potestad para contestar conmigo, presto verás, enemigo, dar a saber la verdad. Y para mayor seguridad de que me escuches ufano, quiero que me des la mano para poder contestar.
Diablo: No te la puedo negar; pero ha de ser con el trato que no te muestres ingrato usando de veleidad.
Ermitaño: ¡Qué presto caíste, en el lazo! Lucifer, atiende ya, que aunque no soy suficiente de decirlo ni pensar, Dios desde su eternidad es cosa tan excelente y admirable majestad, poderoso, fuerte, inmenso, de tanta capacidad, infinitamente justo lo ha sido y lo será. Y para que veas cuán cumplida es de Dios la caridad que viendo el hombre perdido en la esclavitud en que está, que tú con tu falsedad en el Paraíso sagrado pervertiste a Eva y Adán y con engañosa cautela los inclinaste a pecar, como herencia que dieron en todos vino a quedar, ¿es cierto que así lo hiciste? ¡Responde, bestia infernal!
Diablo: ¡Que haya podido aguantar de este viejo la osadía! ¡Que haya llevado a porfía lo que no puedo escuchar! ¿Quién te enseñó a pronunciar cosas que no quiero yo ni por la imaginación dar a saber tanto enredo? Pues, aunque quieras, no puedo el darte contradicción. No te ciegue la pasión de tu ardid y vanidad, pues aunque dices que yo le di al mundo perdición, ¡Para dueño de la acción, me sobra a mi autoridad: y, por supuesto, que está discernido este argumento. ¿Quieres que mude el intento en pronunciar tus razones? Bien es que tú me propones el que una mujer dará un gran fruto de su vientre, el que a mí me estorbará dando al mundo libertad y cuanto tengo por mío; mas, privarme el albedrío, pienso que nunca podrá. Y, si descubro sus huellas, han de venir a quedar leves cenizas que al viento furiosas he de arrojar y entre congojas y penas siempre por siempre han de estar.
Ermitaño: ¡Qué presto le ha de pesar a tu loco frenesí, pues sólo de oírla mentar no has de saber ni de ti! Y si llegas a saber de María raro prodigio dando al mundo regocijo, no has de saber dónde estás. Sabes que ha de triunfar de ti, dando al mundo luz, porque ha de nacer Jesús de una Virgen singular; porque aunque quieras negar lo cierto de este misterio, no has de poder, porque ya encarnó el Divino Verbo.
Diablo: ¡Detente, aguarda! Porque quiero que me digas de dónde le vino esa facultad que a tanto bien corresponde.
Ermitaño: ¿De dónde? Dadme licencia, Dios mío, que yo, como siervo vuestro, pueda salir victorioso de este enemigo perverso. Sabed que la Trinidad Santísima con su raro entendimiento (que tú con tu falsedad la mantenías prisionera), antes de encarnar Dios hijo quiso este Señor Supremo que bajase a este mundo a tomar carne humana para darnos el ejemplo.
Diablo: Suéltame, que ya no puedo escuchar ya vuestro enredo. ¡Que mi padecer se aumenta!
Ermitaño: ¿Ya te vas?
Diablo: Me voy de este lugar abochornado y perplejo por no volver a escuchar a este desastrado viejo al escuchar su quimera que tiene remedio el hombre. Esto es lo que yo más siento, pues dice que una mujer ha de doblar mi tormento, y entre tanta ira y enojo traigo el veneno en el pecho. Y en recompensa de todos los agravios que me han hecho han de venir a quedar en vivas llamas ardiendo.
Ermitaño: No ha de poder tu osadía triunfar de nuestro contento; y, para tu mayor tormento, digamos... ¡Ave María!
Bato: Yo asombrado estoy de ver a este infernal dragón. ¡Ya ven como todas son astucias de Lucifer!
Cucharón: En mí han de tener cuidado, que temblando estoy de miedo de haber visto aquí a ese perro como amenazando, hermanos.
Gilita: Yo les diré la verdad, luego que lo vi llegar nunca le pude tomar asuntos a su saber.
Aparrado: Yo les puedo asegurar que me causó temor por tener al defensor de nuestra parcialidad.
Silvio: Luego que yo vi al malvado, siendo humana la ocasión, ¡No le miré perfección más que de un buen condenado!
Bermuda: Hermanos, a mi entender, este figura de cuervo es enemigo del Verbo el malvado Lucifer.
Bartola: ¿Quieren estarse callados, que a mí se me ahuyenta el sueño y no puedo con empeño usar de estar acostado? ¡Callen!, porque si me enfado y sigue esa algarabía, me he de salir con la mía de darme gusto yo solo. ¡Vamos al suelo, Bartolo, aunque griten todo el día!
(A mi me parece que esta pastorela está incompleta, si alguien puede enviarme lo que hace falta para completarla, se los agradecería yanina_islas@hotmail.com)
Actores: Bato, Cucharon, Gilita, Aparrado, Silvio, Bermuda, bartola, Ermitaño, Diablo.
Un grupo de pastores que va caminando y cantando al mismo tiempo.
Amados pastores
vamos caminando
que los resplandores
del día van llegando
por entre estos prados
bien podremos irnos
alegres cantando
para divertirnos.
Al de estos riscos
y pie sus verdores
nuestro rancho haremos
amados pastores.
Junto aquestas fuentes
haremos majada
y de sus corrientes
beberemos agua.
Bato: Hermanos, si os bien parece y lleváis de mi consejo, por experiencia y por viejo daño aquí no permanece. Podréis ínter amanece por este risco encumbrado, hay un campo despoblado muy propio de aquí inmediato, en donde en muy breve rato se apacentará el ganado. Y si mi discurso ha errado, Cucharón, a mi entender, tú lo puedes disponer como hombre considerado.
Cucharón: No me ha parecido mal, Bato, tu disposición, pues me parece que son obras de un hombre formal. Y así, hermanos, cada cual su cuarto puede elegir, pues también es de advertir que la noche es sospechosa y no es noche de dormir. Tú, Gilita, puedes ir a disponer de la cena, que en cenando en hora buena, a velar se han de partir.
Gilita: Cucharón, gran pesadumbre cabe en mí y en qué pensar, pues por allí vi bajar un hombre por esa cumbre. Y así, Aparrado, la lumbre dispondréis con promptitud también por esa altitud otro bulto vi bajar; no sé qué vendrá a buscar mirando nuestra quietud.
Aparrado: Gilita, con mucho gusto, la lumbre te dispondré pues allí venir se ve un hombre causando susto. No sé sí a darnos disgusto vendrá, por lo que he observado. A vos, Silvio, aunque cansado y como hombre más agudo, que os acompañe Bermuda a pacentar el ganado.
Silvio: Has dicho bien, Aparrado, por lo que estoy escuchando, que hay muchos lobos aullando y no es menos el cuidado. Voy, hermanos, yo confiado en Dios que hemos de tener que nos guíe para ir a ver a la inmensa majestad que profetizada está que esta noche ha de nacer.
Bermudo: De la escarcha atormentado mi cuerpo no halla consuelo; todo el campo está hecho un hielo y muy lejos el ganado. Mas por lo que he observado viendo tantos resplandores, dan regocijo las flores cubriéndose de alegría; yo percibí esta armonía mas no llego a saber dónde.
Bartola: Haya gracia de güerito que al rigor de tanto frío tomad mi capa, Dios mío, no hagas tantos pucheritos.
Todos los pastores:¡Qué es eso, hermano Bartolo! ¿Estás loco o estás soñando?
Bartola: Soñé que le estaba hablando con atentas cortesías a un niño que era el Mesías, que tanto estamos deseando y que le estaban cantando muchos aplausos de gloria. Los ángeles con victoria daban tanto regocijo mirando que es Dios hijo y de Dios misericordia. Silvio, Bermudo, la historia muy bien la habéis escuchado, acudid presto el ganado como Aparrado les dijo.
Bermudo: Vamos pues, Silvio, ya es tiempo que el ganado hemos de ver, espero en Dios el tener en todo feliz contento.
Silvio: Bermudo, qué diversión me causa esta claridad, que con tal velocidad se alegra mi corazón.
Bermudo: Silvio, esta noche serena y sus bellos resplandores manifiestan sus primores que será la noche buena. Cesará en todos la pena porque en estos propios días ha de nacer el Mesías de una Virgen singular y no ha de poder faltar de Isaías la profecía.
Silvio: De lo que dices no dudo según me lo haces saber, que Dios hijo ha de nacer es cierto, Hermano Bermudo. Que ha de nacer si bien pudo de la más pura doncella, la más hermosa y más bella que ha nacido en este siglo. Pero mira, atiende, amigo, que si acaso ésta es la estrella que profetizada está, veremos por dónde va para seguirnos por ella.
Bermudo: Silvio, sin duda es la guía esta es la que el Mesías da. Pienso sin duda será la que el profeta decía. ¡Oye, escucha qué armonía! ¡Qué cánticos y qué loores! ¿No ves reyes y pastores que la siguen con violencia? Vamos, pues, a toda prisa. a avisar lo que ha pasado que el ganado no hay cuidado, que no ha de haber contingencia.
Silvio: Si te parece ser buenas, Bato, tan raras noticias, nos pagarás las albricias con lo mejor de la cena.
Bermudo: ¡Acaba de referir! Que lo que antes era susto ahora nos causa gran gusto lo que nos vas a decir.
Silvio: Bermudo les contará lo que llegamos a ver y él se los dará a entender que mejor lo explicará.
Pastores: (A una voz) Di, Bermudo, lo que has visto, nos morimos de contento.
Bermudo: Fuerza es que lo sepan todo y que me escuchen atento: por ese encumbrado cerro y ese pavoroso risco vi lo que nunca había visto en el tachonado cielo, que alumbrado todo el suelo, cerros, collados, faltontes, por sus prados, cumbres, montes, gorjeaban todas las aves cantando con ecos suaves los más lucidos sinzontles. Por sus bellos horizontes producen luces tan bellas profetizando por ellas que ha nacido el sumo bien; reyes, pastores se ven, que van siguiendo la estrella, y con voces halagüeñas oí que le cantaban Gloria ángeles, reyes, pastores, santificando sus leyes, ¡Santo Dios Rey de los Reyes y señor de los Señores! cantaban tantos primores dando muestra de alegría. Yo apercibí esta armonía mas no llegué a saber dónde.
Bato: Muy buena ha estado la noticia; sin duda que es noche buena.
Cucharón: Gilita, prevén la cena y págales las albricias.
Gilita: Silvio y Bermudo, la cena os doy por tales noticias, y en pago de las albricias recibid esta cadena. Vamos, pues, en hora buena, cenando, hermanos amados. Ya no hay que tener cuidado. Dejaremos a Bartolo, fuerza es que se quede solo a cuidar nuestros ganados.
Bartola: De buen sujeto se han fiado para que pueda velar, que yo empezando a roncar ceso todo mi cuidado. Mas, si he de estar acostado, que se haga su voluntad. Y, a decirte la verdad, no me tientes de paciencia; si estorba la contingencia, que venga el ganado acá.
Bato: Fuerza es que te quedes solo; cena y deja la pereza, no te cierres la cabeza porque has de velar, Bartolo.
Bartola: ¡El desvelo en mí es amargo y en contra de mi salud!
Ermitaño: Dios guarde vuestra quietud y nos preserve del daño.
Bato: ¿De dónde venís, hermano, con tanta desinquietud?
Ermitaño: Yo soy un pobre ermitaño que por estos edificios he vivido muchos años con muy ásperos cilicios. En mí no hallaréis engaños pues vestido de paciencia, disciplina y penitencia, cuando la tentación llega, en la más lóbrega cueva he tenido mi asistencia. suplico me deis licencia de alojarme en su morada pues no me negaréis nada estando en vuestra presencia.
Bato: Yo negársela no puedo pues me llama la atención su vejez y discreción por lo cual se la concedo.
Cucharón: Llega, hermano, en hora buena, pues nos lleva la atención y dará su bendición para comenzar la cena.
Ermitaño: Sí, hermano, que la bendición es buena. Dios padre sea en esta cena porque fue nuestro criador, y Dios hijo redentor nos libre de eterna pena, y Dios Espíritu Santo,
como glorificador, nos lleve a su gloria eterna.
Bato: Ha dicho bien el hermano, vamos, pues, todos cenando.
Cucharón: Llegue Ud., hermano, a la mesa ¡Vamos todos comenzando!
Bato: Yo traigo para cenar un poquito de licor.
Cucharón: Yo aceitunas tomaciles y un pedazo de jamón.
Gilita: Rico pez en escabeche se ha dispuesto y ensalada, y para que beban agua hay panochitas de leche.
Aparrado: Yo traigo aquí en mi zurrón, aunque me parece poco, empanaditas de coco
y un poquito de turrón.
Silvio: Aunque no parece nada pero por no ser el menos, traigo tamalitos buenos y una gallina mechada.
Bermuda: Yo me he quedado perplejo de haber visto su banquete, pero mi afecto promete el pan blanco y queso añejo.
Bartola: Aunque el decirlo me afrenta. Pero dejando mi sueño, traigo para el desempeño una hambre que me atormenta. Y así ninguno se sienta, porque con maña y descoco me arrimaré poco a poco a ir tomando mi destino, porque hoy he de beber vino y he de comer más que un loco.
Ermitaño: Yo, hermanos, con contento, os ofrezco aquestas raíces, que en aquestos verdes países este ha sido mi alimento.
Todos los pastores: ¿Pues, qué, con raíces, hermano, sustentáis a vuestro cuerpo?
Ermitaño: Sí, hermanos, pues así, mortificándome, pienso podré aplacar la justicia de un Dios como juez severo. Y así, si queréis vosotros agradar a un Dios eterno, bien podréis tener templanza limitando en vuestros cuerpos todo lo que es apetito y demasía en el sustento; podréis guardar las vigilias con propósito perpetuo de no quebrantar en nada ya supongo en todos medios, porque es el demonio tan astuto, perverso y meretriciano, que si nos encuentra flacos entrará en nosotros mismos, dándonos tal batería con siete vicios protervos cabeza de cuantos hay entre todo el universo.
Bato: Muy buena ha estado la cena. Démoles gracias a Dios.
Cucharón: Alza, Gilita, la mesa; jamás ha estado mejor.
Gilita: Buen provecho, hermanos míos, Gacias a nuestro Criador.
Diablo: ¡Buenas noches, camaradas! ¿Qué hay, amigos? ¡Qué contentos! ¡Más vale llegar a tiempo que a veces ser convidado!
Bato: ¿Qué se ofrece, caballero, que con tanto desenfado a este sitio habéis llegado con proceder tan parlero? ¿Acaso tú de ese cerro eres quien venía bajando? ¿Por fortuna andas buscando alguna cosa perdida? ¿O eres algún homicida que te vienes disfrazando?
Diablo: Soy caminante perdido que por estas serranías me he vivido varios días, por lo cual posada os pido.
Cucharón: Yo jamás he consentido dar posada en realidad, y si es decirle la verdad, Ud. vendrá de forajido.
Diablo: Pues ¿en qué me han conocido que pueda ser de sospecha?
Aparrado: Aquí no hallará usted brecha. ¡Lárguese por donde vino!
Diablo: (A GILA, pastora.) Siempre la mujer ha sido más piadosa que mujer y así te he de merecer te duelas de un desvalido.
Gilita: En mí no hallará abrigo; váyase de mi presencia que yo no he de dar licencia a quien nunca he conocido.
Diablo: De mí no hay que recelar que soy hombre y no soy fiera, sino que por esta tierra he salido a transitar.
Bermuda: ¿Y qué ha salido a buscar?
Diablo: El destino de mi ciencia y ver si puedo lograr todo lo que intenta y piensa mi mucha capacidad.
Ermitaño: Deseaba yo el encontrar hombre de tanto saber para que me de a entender lo que no puedo alcanzar.
Diablo: Bien te lo podré aplicar, pues nunca jamás he hallado en mi entendimiento raro
ninguna dificultad.
Ermitaño: ¡Pues estadme atento!
Diablo: ¡Ya te escucho!
Ermitaño: Allá en los antepasados, (que de fe se debe creer lo que dieron a saber los escritores sagrados), pues estaban anunciados por los altos hemisferios estos sagrados misterios que hoy me has de dar a entender. Que en la más pura mujer se encierran puntos tan serios por librar del cautiverio al hombre; y es punto fijo, porque el Ángel Gabriel dijo en aquel dichoso día con agrado y regocijo que contaba haberte dicho ¡Dios te salve María llena eres de Gracia: con la mayor eficacia, oye bien lo que te digo, dijo: el Señor es contigo, bendita tú eres... ¡Me parece que irte quieres para oír no que disputo! ¿A qué fin, en este punto, le dijo Santa Isabel, esta reina, esta mujer María adornada de gracia? Si tu saber tanto alcanza y lo quieres comprender, presto dámelo a saber, sácame de esta ignorancia.
Diablo: Cierra el labio, no prosigas, que al pronunciarlo me ofendes, porque lo que tú pretendes puede que no lo consigas si rectamente me obligas. Viva el ardor en que peno y en el más profundo seno de mi morada te arroje y cruelmente te despoje del alma, y con cruel veneno los abrace fieramente a ti y cuanto das por bueno. ¡No sabes cuánto quiero yo! Que aunque la gracia perdí pero la ciencia, ¡eso no!
Ermitaño: ¡Qué presto se descubrió tu alevosa falsedad, pues en traje de perdido encubríais vuestra maldad! Si no teníais potestad para contestar conmigo, presto verás, enemigo, dar a saber la verdad. Y para mayor seguridad de que me escuches ufano, quiero que me des la mano para poder contestar.
Diablo: No te la puedo negar; pero ha de ser con el trato que no te muestres ingrato usando de veleidad.
Ermitaño: ¡Qué presto caíste, en el lazo! Lucifer, atiende ya, que aunque no soy suficiente de decirlo ni pensar, Dios desde su eternidad es cosa tan excelente y admirable majestad, poderoso, fuerte, inmenso, de tanta capacidad, infinitamente justo lo ha sido y lo será. Y para que veas cuán cumplida es de Dios la caridad que viendo el hombre perdido en la esclavitud en que está, que tú con tu falsedad en el Paraíso sagrado pervertiste a Eva y Adán y con engañosa cautela los inclinaste a pecar, como herencia que dieron en todos vino a quedar, ¿es cierto que así lo hiciste? ¡Responde, bestia infernal!
Diablo: ¡Que haya podido aguantar de este viejo la osadía! ¡Que haya llevado a porfía lo que no puedo escuchar! ¿Quién te enseñó a pronunciar cosas que no quiero yo ni por la imaginación dar a saber tanto enredo? Pues, aunque quieras, no puedo el darte contradicción. No te ciegue la pasión de tu ardid y vanidad, pues aunque dices que yo le di al mundo perdición, ¡Para dueño de la acción, me sobra a mi autoridad: y, por supuesto, que está discernido este argumento. ¿Quieres que mude el intento en pronunciar tus razones? Bien es que tú me propones el que una mujer dará un gran fruto de su vientre, el que a mí me estorbará dando al mundo libertad y cuanto tengo por mío; mas, privarme el albedrío, pienso que nunca podrá. Y, si descubro sus huellas, han de venir a quedar leves cenizas que al viento furiosas he de arrojar y entre congojas y penas siempre por siempre han de estar.
Ermitaño: ¡Qué presto le ha de pesar a tu loco frenesí, pues sólo de oírla mentar no has de saber ni de ti! Y si llegas a saber de María raro prodigio dando al mundo regocijo, no has de saber dónde estás. Sabes que ha de triunfar de ti, dando al mundo luz, porque ha de nacer Jesús de una Virgen singular; porque aunque quieras negar lo cierto de este misterio, no has de poder, porque ya encarnó el Divino Verbo.
Diablo: ¡Detente, aguarda! Porque quiero que me digas de dónde le vino esa facultad que a tanto bien corresponde.
Ermitaño: ¿De dónde? Dadme licencia, Dios mío, que yo, como siervo vuestro, pueda salir victorioso de este enemigo perverso. Sabed que la Trinidad Santísima con su raro entendimiento (que tú con tu falsedad la mantenías prisionera), antes de encarnar Dios hijo quiso este Señor Supremo que bajase a este mundo a tomar carne humana para darnos el ejemplo.
Diablo: Suéltame, que ya no puedo escuchar ya vuestro enredo. ¡Que mi padecer se aumenta!
Ermitaño: ¿Ya te vas?
Diablo: Me voy de este lugar abochornado y perplejo por no volver a escuchar a este desastrado viejo al escuchar su quimera que tiene remedio el hombre. Esto es lo que yo más siento, pues dice que una mujer ha de doblar mi tormento, y entre tanta ira y enojo traigo el veneno en el pecho. Y en recompensa de todos los agravios que me han hecho han de venir a quedar en vivas llamas ardiendo.
Ermitaño: No ha de poder tu osadía triunfar de nuestro contento; y, para tu mayor tormento, digamos... ¡Ave María!
Bato: Yo asombrado estoy de ver a este infernal dragón. ¡Ya ven como todas son astucias de Lucifer!
Cucharón: En mí han de tener cuidado, que temblando estoy de miedo de haber visto aquí a ese perro como amenazando, hermanos.
Gilita: Yo les diré la verdad, luego que lo vi llegar nunca le pude tomar asuntos a su saber.
Aparrado: Yo les puedo asegurar que me causó temor por tener al defensor de nuestra parcialidad.
Silvio: Luego que yo vi al malvado, siendo humana la ocasión, ¡No le miré perfección más que de un buen condenado!
Bermuda: Hermanos, a mi entender, este figura de cuervo es enemigo del Verbo el malvado Lucifer.
Bartola: ¿Quieren estarse callados, que a mí se me ahuyenta el sueño y no puedo con empeño usar de estar acostado? ¡Callen!, porque si me enfado y sigue esa algarabía, me he de salir con la mía de darme gusto yo solo. ¡Vamos al suelo, Bartolo, aunque griten todo el día!
(A mi me parece que esta pastorela está incompleta, si alguien puede enviarme lo que hace falta para completarla, se los agradecería yanina_islas@hotmail.com)
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