Monday, November 13, 2006

EN ESTA ESQUINA EL DIABLO

Autor: Guillermo Alanís
Adaptación: Patricia R. Villalobos

Actores: Martina, Godo, Felicia, Pepa, Licha, Alba, Lucía, Angel Miguel, Satán, Satín, Melchor, Gaspar y Baltazar.

ACTO ÚNICO:
En el campamento de los pastores, Felicia se encuentra dormida mientras Godofredo come todo lo que hay. Entra Martina, y Godofredo al verlo, esconde lo que estaba comiendo.

Martina: Hola Godofredo, ¿qué haces?
Godo: Nada, velándole el sueño a Felicia.
Martina: ¿Y para qué escondes la comida?
Godo: ¿Yo… comida… cuál?
Martina: ¡Esa! (la descubre)
Godo: ¡Ah! ¡Mira, comida! No la había visto. ¡Qué bueno, porque tengo tanta hambre! (Come)
Martina: La escondiste porque pensabas que te iba a pedir.
Godo: ¿Cómo crees?
Martina: Te conozco.
Godo: Ni que fuera yo tan tonto. Si hubiera sido por eso, la escondo mejor y no tan a la vista.
Martina: No te hagas, si no la escondiste mejor, fue porque no te alcanzó el tiempo.
Godo: Bueno, ultimadamente es mi comida y yo hago con ella lo que quiera, ¿entendido?
Martina: ¿Seguro que es tuya?
Godo: Claro que es mía. Por eso me la como. ¡Mira! (Come y habla) ¿Ves?
Martina: Pues yo creo que es la comida de Felicia y tú te estás aprovechando de que ella está dormida para quitársela.
Godo: ¿Me crees capaz?
Martina: ¡Sí!
Godo: Bueno, al cabo que tú eres muy mentirosa y nadie te va a creer.
Martina: ¿Qué cosa?
Godo: Pues que yo me estoy comiendo lo que esta floja no quiere porque le da pereza comer. En cierto modo creo que es una buena acción la mía, pues la estoy liberando de un trabajo.
Eso es ser amigos, fíjate.
Martina: ¡Qué tonto y aprovechado eres! ¿Y por qué dices que soy una mentirosa?
Godo: Porque es la verdad.
Martina: ¡No es cierto! Jamás he mentido.
Godo: Ya estás mintiendo otra vez.
Martina: Dime una sola mentira que haya dicho.
Godo: ¿Una? Sería más difícil encontrar una verdad que una mentira. Todo lo que dices es falso.
Martina: ¡Dime un ejemplo!
Godo: Cuando nos dijiste que se iba a desbordar el río…
Martina: Es que parecía…
Godo: Y todos corrimos asustados, hasta que nos acordamos que por aquí no hay río.
Martina: Bueno, ahí ustedes fueron más tontos de lo que yo pude ser mentirosa.
Godo: Y cuando nos dijiste que venían unos salvajes a atacarnos…
Martina: ¿Y a poco no fue cierto?
Godo: Todos nos preparamos y nunca llegó nadie.
Martina: Es que era un simulacro pa’ cuando se ofrezca de verdad.
Godo: ¿Y aquella ocasión que viniste corriendo a decir que venía el lobo y nadie te creímos y no hicimos nada?
Martina: ¡Esa no fue una mentira! Ustedes por brutos que ni se movieron, y acuérdate cómo quedaste, todo mordido y arañado.
Godo: ¡Pero como quiera mentiste! ¡No era un lobo, era un coyote! Mugroso animal…
Martina: Te lo merecías por no creerme.
Felicia: (Despertándose) ¿Qué escándalo se traen? No me dejan dormir…
Martina: Felicia, ¿dónde está tu comida?
Felicia: ¿Para qué la quieres? Está escondida.
Martina: Eso es lo que tú crees.
Godo: (A Martina) No seas chismosa.
Martina: Búscala bien, se me hace que ya no tienes nada.
Felicia: No me molestes, quiero dormir.
Godo: (Arrullándola) A la rurrú, niña, a la rurrú, ya…
Martina: ¡No te duermas, Felicia¡ ¡Godofredo se comió toda tu comida!
Felicia: ¡Déjame en paz! (A Godo) Tú síguele, gordito...
(Godo la sigue arrullando)
Martina: ¡Si no despiertas, se acabará lo poco que queda de tu comida!
(Felicia cae profundamente dormida)
Martina: ¡Es inútil! Es una verdadera floja.
Godo: ¡Chismosa, mal amiga!
Martina: ¡Aprovechado, glotón!
Godo: ¡Mentirosa!
Martina: ¡Comelón!
(Entran Alba y Pepa)

Pepa: ¿Por qué se están peleando? Mira Licha, se están peleando. Díganme por qué se están peleando, van a ver, le voy a decir a Lucía que se están peleando.
Godo: Ya llegó la intrigosa y compañía.
Pepa: ¡Eso lo serás tú, gordo peleonero! Dime cosas que te pueda entender pa’ podértelas contestar.
Godo: Intrigosa quiere decir que eres una chismosa.
Pepa: ¿Chismosa yo? ¡Vas a ver! Le voy a decir a Lucía lo que me andas diciendo.
Licha: No le hagas caso manita, puritita envidia que te tiene el gordito éste.
Alba: Sólo del pleito viven ustedes.
Pepa: Yo no, Alba, son éstos.
Licha: ¡Ora yo, qué!
Godo: ¡Alba, pero qué hermosa luces hoy!
Alba: Gracias, siempre procuro hacerlo.
Godo: Estás justo en el peso que necesitas. Creo que debes cuidarte de no comer demasiado, porque puedes perder tu figura.
Alba: ¿Tú crees?
Godo: ¡Naturalmente! El control de la comida es indispensable para una buena figura. ¿No estarás comiendo en exceso, verdad?
Alba: Bueno, yo…
Godo: Yo creo que sí lo estás haciendo. ¡Qué bueno que caíste en manos de un experto! De ahora en adelante yo cuidaré tu dieta. Probaré primero todos tus alimentos y te diré cuáles puedes comer y cuáles no.
Alba: Gracias, Godo. Tú si eres un buen amigo.
Martina: No le hagas caso. ¿No ves que se quiere aprovechar de ti para comer más él?
Godo: No te metas, Martina.
Alba: ¿Es verdad, Godo?
Martina: ¡Godo aprovechado!
Pepa: Le voy a decir a Lucía que se están peleando.
Licha: No te apures manita, yo le aviso. ‘Ora lo verán… ¡Lucía!
Felicia: (Despertándose) ¿Por qué no me dejan dormir?
(Entra Lucía)
Lucía: ¿Qué pasa aquí? (Todos le hablan a la vez, cada quien de su problema) A ver, a ver, uno por uno si no, no voy a entender nada.
Alba: Martina dice que Godo se quiere aprovechar de mí.
Godo: Martina es una mentirosa.
Martina: Godo se comió la comida de Felicia.
Felicia: Estos no me han dejado dormir.
Pepa: Míralos Lucía, míralos cómo se están peleando.
Licha: Yo lo vi todito, Lucía, si quieres yo te cuento quién le dijo a quién… mira, haz de cuenta que Godo llegó con Felicia y le dijo que…
Lucía: ¡Basta! Todos se están peleando por zonzeras. Ni uno solo de ustedes se quejó de algo que valiera la pena. ¡Debería darles vergüenza! En vez de estar ahí peleándose por niñerías, deberían ver qué hacen por el bien de la comunidad.
Pepa: (A Licha) ¿Y ésa quién es, tú?
Licha: (Sorprendida) No sé, tú.
Lucía: ¡Por el bien de todos nosotros! Debemos pensar que vivimos juntos y por lo tanto somos una comunidad. Los problemas deben ser problemas que nos afecten a todos y que podamos resolver con ayuda de todos ¿Entendieron?
Godo: ¡No! ¿Yo para qué quiero que me ayuden a comer? ¡Yo puedo solo!
Felicia: Yo no quiero problemas, quiero descansar.
Martina: A mí no me gusta meterme en la vida de los demás.
Pepa: ¡Mentirosa!
Licha: ¡Argüendera!
Martina: Ay si tú, el comal le dijo a la olla…
Alba: Yo me cuido para verme bonita ante los demás. Eso es hacer algo por la comunidad.
Godo: Y yo le ayudo a cuidarse. Eso es también ver por la comunidad.
Lucía: Ustedes no entienden nada. Cada uno está viendo solamente por sus problemas, en lugar de buscar una solución que nos beneficie a todos. Pero es inútil hablar con ustedes. Ahora vámonos todos a descansar, que mañana hay que madrugar.
Felicia: Hasta que alguien dijo algo sensato… dormir… (Cae dormida)

(Todos se van a dormir. De pronto se escucha música celestial y aparece Miguel. Van despertándose conforme van hablando)

Pepa: ¿Y éste de dónde salió?
Licha: ¿Quién lo patrocina o qué?
Alba: (A Pepa) ¡Pero qué blanco vestido! ¿En dónde lo compraría? ¡Es precioso!
Martina: (A Godo) Ah, sí…Yo lo vi la vez pasada en el pueblo vecino. Es el alcaide.
Godo: (A Martina) Oye, ¿Y tú crees que traiga algo de comer? Ese aromita a caramelo ya me abrió el apetito…
Felicia: ¿Pero es que nunca van a dejar descansar a una? ¡Eh! ¿Quién es aquel?
Lucía: ¡Silencio! ¿No se dan cuenta que es un ángel? Parece que quiere hablarnos… ¡cállense ya!
Miguel: Pastores, no tengan miedo.
les anuncio con placer,
que quiso esta noche nacer,
mezcla de humano y divino,
el Redentor prometido.
Por las pajas cobijado,
entre la mula y el buey
ha nacido nuestro Rey,
el Salvador prometido.

Muy pobre quiso nacer,
en la ciudad de David.
Vayan pronto, pastorcillos,
vayan a todo correr,
que los quiere conocer
el Niño Dios, Nuestro Rey.
La Virgen y San José,
los esperan complacidos.
Lucía: ¿Pero cómo sabremos quién es y dónde está?
Miguel: Ustedes lo verán. Que la estrella de David sirva de guía a las almas que adoran al Señor. Vamos pronto a glorificar al Señor de los Cielos. (Sale)
Lucía: Ya oyeron ¡Vamos!
Alba: ¿Quién era ése? No me dijo dónde compró su vestido…
Lucía: ¿No escuchaste? Era un enviado del Cielo. Vamos a buscar ofrendas para llevar al recién nacido.

(Salen todos, excepto Felicia, que vuelve a dormirse)

(Entran Satán y Satín)
Satán: ¡Aaah! Ese maldito ángel ya se me adelantó. Ahora los pastores saben del nacimiento del Niño Jesús y van a ir a adorarlo.
Satín: ¿A dorarlo con papas y cebollita? (Saboreándose)
Satán: ¡A adorarlo, no a dorarlo, bruto!
Satín: ¡Ah, ta’ güeno! Pero en ese caso todavía los podemos convencer para que no vayan.
Satán: ¡Claro, idiota! Debe haber alguna forma de que no vayan a esa adoración.
(Satán y Satín en actitud pensativa)
Satín: ¡Mira! Ahí está esa flojonaza.
Satán: Empezaremos con ella. ¡Tráemela!
Satín: (Al oído a Felicia) Levántate y ven (Batalla un poco, pues Felicia no se quiere despertar)
¡Ándale, dormilona! (Por fin logra despertarla y la lleva con Satán) Aquí está, jefe.
Satán: (A Felicia) ¿Dormías?
Felicia: ¡No…! Olía la tierra para ver de dónde venía esa pestilencia.
Satán: ¿A poco huele mal? (Se huele y huele a Satín) Ha de ser Satín… ¡Satín! ¿Te pusiste desodorante?
Felicia: ¡Claro que dormía! ¿Por qué me despiertan?
Satán: ¿Es que no vas a acompañar a los demás?
Felicia: ¡Ay, sí es cierto! Tenemos que ir a adorar al Niño.
Satán: ¿Y por qué?
Felicia: Pues porque es el Salvador.
Satán: ¿Y quién dice?
Felicia: El señor alado, ése que vino.
Satán: ¿Y tú cómo sabes que es cierto? ¿Qué tal si fue una broma de Martina?
Felicia: Pero si Martina estaba aquí…
Satán: Pero pudo decirle a alguien que se disfrazara y les viniera a contar todas esas patrañas. Acuérdate que Martina es bien mentirosa.
Felicia: Sí es cierto.
Satán: Demuéstrales que tú no caes en trampas tontas y sigue durmiendo.
Felicia: Dormir, dormir… ¡Qué rico es dormir, sin nada qué hacer! (Bosteza y se va a dormir)
Satín: ¡Qué fácil cayó esa, jefe!
Satán: ¡El primero!

(Entra Godofredo)
Godo: (A Felicia) ¡Felicia! ¡Felicia! ¡Despiértate que ya nos vamos!
Satán: (A Satín) ¡Tráeme al gordito!
Satín: (A Godo) Oye gordito, ven.
Godo: ¿Quién eres tú y qué quieres?
Satín: Aquel señor es el que da la información. Ven para que le preguntes. (Se acerca con Satán) Jefe, aquí el gordo quiere saber quién soy yo y qué quiero.
Satán: ¡Nadie! Éste no es nadie (Satín hace una mueca de falsa tristeza) Era yo quien realmente te necesitaba.
Godo: ¿Y para qué me quieres?
Satán: Es que, ¿sabes? Esta noche me sentía un poco solo, así que dije en mi casa que prepararan una gran cena porque quiero invitar a algunas personas, y me preguntaba si no quisieras acompañarnos…
Godo: (Emocionado) ¿Una gran cena?
Satán: ¡Claro! ¡Con suculentos manjares!
Satín: ¿Y yo también estoy invitado? ¿Puedo ir, jefe? ¿Puedo? ¡Ándele, jefe!
Satán: (A Satín) ¡Tú cállate! (A Godo) ¿Qué dices, nos acompañas?
Godo: Mmmmh… qué más quisiera, pero justo ahora salimos a buscar al Rey del Cielos que acaba de nacer.
Satán: ¿Quién dijo que ése era el Rey?
Godo: ¿Y entonces quién es?
Satán: ¡Yo!
Satín: ¿Canto la canción, jefe? ¿La canto? (Comienza a cantar) Yo sé bien que estoy afuera, pero el día en que yo me muera, sé que tendrás que llorar…
(Incita al público a que cante lo que sigue; Satán calla a Satín y trata de estrangularlo)
Satán: Ay, perdón, es que me ofusqué un poco… ¿Ya te hablé del menú que habrá en mi casa? Chécate: Pierna de puerco al horno, asado de res, chiles en nogada, romeritos, mole, frijolitos a la charra, nopalitos…
Godo: (Con la boca echa agua) ¡Calla, no sigas!
Satán: ¡Uy, y eso que no te he mencionado los postres!
Godo: ¿No me digas que tienes pastel de queso con fresas?
Satán: ¡Pastel de queso con fresas! ¿Cómo adivinaste?
Godo: Ahh… entonces no voy. No me gusta el pastel de queso con fresas.
Satán: ¿Pero quién dijo que habría pastel de queso con fresas? ¿Fuiste tú, Satín? ¡Toma! (Lo golpea en la cabeza) Quise decir… pastel de chocolate con harta nuez.
Godo: (Extrañado) ¿Con cerezas?
Satán: (Desconfiado) ¿Te… gustan las cerezas?
Godo: ¡Me encantan!
Satán: ¡Pastel de chocolate con nuez y cerezas!
Godo: ¡Sí voy, sí voy!
Satán: Claro, la comida se puede echar a perder, y al niño ése lo puedes ir a visitar después.
Godo: Seguiré tu consejo, sería un pecado si dejáramos que se eche a perder toda esa comida.
Satán: ¡Satín! Acompaña a Godo, que nos espere allá mientras vamos a cenar.
(Salen Satín y Godo) ¡El segundo!


(Entra Martina)
Martina: ¡Felicia! ¡Godo! ¡Órale, que ya nos vamos!
Satán: (Dirigiéndose al público) ¡Otra ingenua!
Martina: ¿Quién eres tú?
Satán: ¿A dónde creen que van?
Martina: Vamos a adorar al Niño Dios que acaba de nacer.
Satán: ¿A poco tú también te lo creíste?
Martina: ¿Qué cosa?
Satán: El truco del fulano ése. Sin duda sigue engañando a tontos como yo.
Martina: Dime de qué estás hablando y quién eres tú.
Satán: Yo pertenezco a una comunidad de pastores de por aquí cerca, y anoche se nos apareció un tipo con plumas de gallina pegadas y nos inventó un rollo de que quién sabe quién había nacido y que nosotros teníamos que ir a adorarle. Total, para no hacerte el cuento largo pos fuimos, y anda tú, que no encontramos nada. Pero lo peor fue cuando regresamos porque nos dimos cuenta que ¡nos habían robado todas nuestras pertenencias!
Martina: (Asombrado) ¿En serio?
Satán: ¡Sí! Ahora sabemos que se trata de una banda de pillos que asola la región y se la pasa engañando a pastores bobos como nosotros, y ahora a ustedes.
Martina: ¿Es cierto todo lo que me dices?
Satán: ¡Te lo juro! ¡Mira nomás cómo me dejó! ¡En la calle! No hay que hacer caso de esos tipos mentirosos. Y es que andan tanto por ahí como… tú me comprendes, ¿verdad?
Martina: Sí… creo que sí. Les avisaré a los demás. Por cierto, ¿No has visto a Godo, un gordo él?
Satán: Creo que se fue para allá. (Le indica un camino equivocado)
Martina: ¡Gracias! (Gritando) ¡Godo! ¡Godo! (Sale)
Satán: ¡Con este van tres!

(Entra Alba)
Alba: ¿A dónde se fueron todos?
Satán: ¡Ah, hermosa señorita!
Alba: ¿Quién eres, gentil galán?
Satán: Vuestro eterno admirador.
Alba: ¿Me admiras? ¿Cómo es que no te conocía?
Satán: La pena de sentirme rechazado me impedía presentarme.
Alba: ¿Y qué te ha orillado entonces, a venir a mí ahora? ¿La pena has perdido y la confianza acaso te ha ganado? Tus argumentos escucho, pues motivos no he dado, ni a ti ni a nadie, en mi conducta que difiera ayer de hoy.
Satán: (Desconcertado) ¡Chin! Ya me revolviste todo. No entendí nada. A ver, vamos a empezar otra vez: ¡Ah, hermosa señorita…!
Alba: Ya déjate de babosadas y dime quién eres.
Satán: ¡Tu admirador! De veras, me gustas mucho.
Alba: ¿Y por qué habría de creerlo?
Satán: ¡Siempre me has gustado!
Alba: Pues haz cola (Satán ve su cola) Porque hay muchos antes que tú. Así que hazte a un lado, que vengo buscando a los otros porque ya nos vamos.
Satán: ¿Y puedo saber a dónde?
Alba: Pues a una adoración.
Satán: ¿Es muy lejos?
Alba: ¡No lo sé!
Satán: ¿Cómo? ¿Adoran a alguien que no saben ni dónde está?
Alba: No sabemos todavía, pero vamos a saber.
Satán: Y vos, delicada criatura, ¿Pretendéis caminar leguas y leguas arriesgando vuestra hermosa figura?
Alba: ¡Oh, no lo había pensado!
Satán: Sería una injusticia que por tanto caminar, sin saber a dónde, se arruine toditita usted. Piénselo.
Alba: ¿Y cómo podría evitarlo?
Satán: No haciendo el viaje.
Alba: Pero tenemos que ir.
Satán: ¿Quién dijo?
Alba: El enviado del Cielo.
Satán: ¡Ay sí! Ahora resulta que cualquiera que vista de blanco, con alas, aureola y que vuele, se dice enviado del Cielo. Usted no haga caso. ¿Qué es más importante, usted o el chiquillo ése, que ni siquiera conoce?
Alba: No sé, yo…
Satán: ¡Usted es más importante! ¡Claro! ¡Eso ni se piensa!
Alba: ¿Sí, verdad?
Satán: ¡Desde luego! Y ahora, ¿por qué no se da una retocadita de maquillaje y después nos vamos a pasear?
Alba: ¿Y me dirá versos?
Satán: ¡Todos los que quiera! (la jala hacia fuera y comienza a hacer ademanes de declamación) “Mamá soy Paquito, ya no haré más travesuras…” (Sale Alba) ¡Híjole, qué inspirado estuve!! ¡Cuatro!
(Entra Satín)
Satín: ¿Qué hago con el gordo? Ya quiere comer.
Satán: Dale algo de botana.
Satín: ¿De dónde?
Satán: (Sacándose dinero de la bolsa) Ve y cómprale unos churrumais en la tiendita. ¡Y que se los coma despacito! (Sale Satín)
Pepa: (Entrando) ¿Po´s qui’ hubo?
Licha: ¿On tan todos?
Satán: ¿No supieron?
Pepa: ¡Ay Dios!
Licha: ¿Quién es usté?
Satán: Vine a preguntarles si sabían ‘onde era lo del nacimiento del güerco ése.
Pepa: ¿Qué, a poco a usté también le avisaron?
Satán: Desde anoche. Ya tenemos más de veinticuatro horas buscando y nada. ¡Que se me hace que son puras mentiras!
Licha: ¿Pero cómo va a ser?
Satán: ¡Pos yo digo! Porque qué casualidá que en todos los campamentos a los que avisaron, nadie ha encontrado nada.
Pepa: ¿Ah, qué, le avisaron a otros?
Licha: ¡Ves, manita, te lo dije! ya me afiguraba yo algo así, pues ¿cómo iba a ser? Si aquí todo se sabe…
Satán: ¡Pos claro! ¿A poco creían que nomás ustedes tenían la exclusiva? Como quiera, nadie más ha visto nada. A mí se me hace que nos piñaron.
Pepa: ¡Pero si se veía muy serio el hombre ése!
Licha: (Haciendo ademanes, con cierto desencanto) Con sus alitas y todo…
Satán: ¿Serio? ¿Se les hace serio un tipo con alas de gallina, aureola y vestido largo? A mí se me hacer que es un chiflado.
Pepa: ¿Usté cree?
Satán: Háganme caso. Les digo que ya anduvimos buscando y no hay nada.
Pepa: Vamos decirle a Lucía. (Inician salida)
Licha: ¿Cómo dijo que se llamaba usté?
Satán: No dije.
Pepa y Licha: ¡Ah, ‘ta güeno! (Sale)
Satán: ¡Cinco y Seis! Ya nada más me falta la tal Lucía, ésa será la prueba de fuego.
(Gritando hacia fuera) ¡Satín! ¡Satín! (Entra Satín) ¿Cómo va el gordo?
Satín: Ya van cinco bolsitas de churrumais que se avienta, jefe. Es un barril sin fondo. ¡Ya hasta le está echando ojo a la fonda de doña Lupita!
Satán: Déjalo un rato. Encárgate de las chismosas de Pepa y Licha. Ahora me mandará a Lucía y la necesito sola, no dejes que venga.
Satín: Siempre me deja las tareas más difíciles. (Sale)
Satán: Con la Lucía tendré que redoblar esfuerzos.
(Entra Lucía)
Lucía: ¿Por qué tardan tanto? ¿Eh, dónde están?
Satán: Están conmigo.
Lucía: ¿Y tú quién eres?
Satán: El Señor del Universo.
Lucía: No puede ser.
Satán: ¿Por qué?
Lucía: Porque acaba de nacer, y tú ya estás bastante crecidito.
Satán: ¿Cómo sabes que es él? ¡Yo nací primero!
Lucía: Una aparición divina nos lo ha dicho.
Satán: Y si la aparición divina les dice que el blanco es negro, ¿tú le crees?
Lucía: No tendría por qué mentirnos.
Satán: ¡Ingenuos! ¡Creídos! Pues bien, si esa dizque aparición divina te dijo eso, yo soy otra aparición divina y vengo a revocar el aviso anterior. ¡Arrodíllate!
Lucía: No pareces un ser divino. El otro tenía alas y era blanco, además tenía una aureola y olía muy rico.
Satán: ¿Y qué? ¡Yo tengo cola y soy rojo, además tengo cuernos y huelo feo!
Lucía: Eso los hace diferentes.
Satán: ¡Exacto! ¿Quién quiere lucir tan cursi como el otro? El rojo es vida, el blanco ni siquiera es color. ¡Arrodíllate! Que estás ante otra aparición y te voy a hacer una anunciación.
Lucía: No me inspiras para arrodillarme ante ti.
Satán: Entonces siéntate al menos, no seas gacha. No podría hacer una anunciación así nomás, frente a frente. (Lucía se sienta) Así está mejor.
Lucía: ¿Qué es lo que me tienes que decir?
Satán: Que no ha nacido ningún Dios y que no anden adorando a cualquier pobre criatura que se le ocurra nacer en un pesebre. ¿Pero dónde se ha visto que un rey nazca en la pobreza? ¡Hombre! ¡Lo menos que puede hacer es escogerse un buen palacio!
Lucía: Pero es el Rey de los Cielos.
Satán: ¡Tanto peor! Y no interrumpas. Un rey debe simbolizar la grandeza del pueblo que domina. ¡Si ustedes proclaman rey a un pobre menesteroso, eso es lo que tendrán: pobreza y miseria!
Lucía: No me convences.
Satán: Es que estás muy bruta. Pero qué bueno que estoy yo aquí para abrirte los ojos.
Lucía: Todavía no me has dicho quién eres.
Satán: El Señor de los Avernos.
Lucía: ¡El diablo!
Satán: ¡No soy baraja de lotería! Dije el Señor de los Avernos.
Lucía: ¡Vete de aquí, diablo malvado!
Satán: ¿Y quién dijo que soy malvado?
Lucía: ¡Todos!
Satán: No hagas caso, son puras habladurías, chismes que inventa la gente. Entonces, ¿irás a adorar al niño ése?
Lucía: ¡Claro que iremos!
Satán: Bien, si no entiendes por la buena, te haré entender por la mala.
Lucía: No hay nada que puedas hacer para obligarme.
Satán: No estés tan segura. Tengo en mi poder a los otros seis estúpidos que cayeron fácilmente en mis trampas. Si vas a adorar a ese niño, ¡no volverás a verlos!
Lucía: (Se dirige a Felicia) ¡Felicia, Felicia! ¡Despierta!
Satán: No puede oírte. Está en mi sueño.
Lucía: ¿Dónde están los demás?
Satán: ¡Atrapados! Cada uno en su propio vicio. ¡Decide! Tienes unos minutos para pensarlo.
(Sale con una estruendosa carcajada)
Lucía: ¿Y ahora qué hago?
Miguel: ¿Aún no han partido, Lucía?
Lucía: ¡Oh, Arcángel! ¡El demonio ha atrapado a mis amigos!
Miguel: No es el demonio quien los ha atrapado. Son ellos mismos.
Lucía: No entiendo.
Miguel: Si logramos liberarlos de sus vicios, ellos serán salvos.
Lucía: ¿Pero cómo?
Miguel: ¿Por qué no caíste tú en sus trampas?
Lucía: Porque… ¿Porque tuve fe?
Miguel: Enseña pues, a tener fe.
Lucía: ¡Tienes razón! ¡Eso haré! (Gritando hacia fuera) ¡Demonio! ¡Satanás! ¡Ven!
(Entra Satán)
Satán: ¿Y bien? (Ve a Miguel) ¡Ay, aquí está el odioso éste! (A Lucía) Nunca supiste escoger bien a tus amistades. (A Miguel) ¿Cómo estás, Miguelito? ¿Qué dicen las gentes allá arriba?
Miguel: Todos estamos bien y nadie te manda saludos.
Satán: Nunca fueron amigables. (A Lucía) ¿Qué pasó? ¿Has tomado una decisión?
Lucía: Sí, pero antes quiero hablar con mis amigos.
Satán: ¿Tú o Miguel?
Lucía: ¡Yo!
Satán: ¡Prométeme que el plumífero éste no hablará!
Lucía: Prometido.
Satán: Porque es un bocón.
Lucía: Sólo yo hablaré con ellos.
Satán: Está bien, los traeré. (Gritando) ¡Satín! ¡Satín! ¡Tráeme a los incautos!
(Entra Satín con los demás; cada uno vendrá haciendo una acción correspondiente a su vicio)
Satán: Aquí están. ¡Háblales!
Lucía: Muchachos, tenemos que ir a adorar al Niño Dios.
Todos: ¡Nombre no! ¡No iremos! ¡No la friegues! ¡No estés moliendo!
Lucía: ¿No se dan cuenta que este señor es el demonio?
Godo: ¿Y qué? A mí él me da de comer. ¿Qué me va a dar el niño pobre, ése que vamos a ver?
Lucía: Amor.
Godo: Eso no se come.
Lucía: Pero llena el espíritu, el alma.
Alba: A mí este señor me dice cosas hermosas y me lleva a pasear. ¿Qué me va a enseñar ese pobre escuincle?
Lucía: ¡Bondad! ¡Que es lo más hermoso de la vida!
Martina: ¿Y tú crees todo eso? ¿Qué me da a mí ese niño?
Lucía: ¡Verdad!
Pepa: Pero dicen que es muy pobre, tanto como nosotros. ¿Qué provecho sacamos de eso?
Lucía: ¡Humildad!
Felicia: ¿Y si nos pone a trabajar? ¿Eso en qué me beneficia? ¿Cuál es mi recompensa?
Lucía: La salvación y el descanso eterno de tu alma.
Todos: ¿Es cierto? ¿Iremos? ¿Cómo ven?
Lucía: ¡No lo duden! ¡Decídanse ya! ¡Hay que tener fe!
Todos: ¡Sí! ¡Vamos! ¡Órale!
Satán: ¡Un momento! ¡Qué fácil caen ustedes!
Lucía: He ganado Satanás. No te interpongas.
Satán: Yo te dejé hablar, ahora tú me dejas a mí.
Miguel: YA les hablaste antes.
Satán: Tú no te metas Miguelito, que contigo no es la bronca, estoy hablando con los humanos.
(A Lucía) Tengo derecho a defenderme, ¿no? (A los demás) Quiero que sepan que están siendo víctimas de un engaño, ¡aquí no hay más rey que yo!
Satín: (Cantando) Yo sé bien que estoy afuera, pero el día en que yo me muera…
Satán: (Golpeándolo) ¡Tú cállate! (A los demás) En el cielo están haciendo una campaña publicitaria para desprestigiarme, de hecho la planeó el Mike. La verdad es que yo soy el bueno, pero éstos nunca me dejan hablar.
Godo: ¿Tú nos vas a enseñar el amor?
Alba: ¿La bondad?
Martina: ¿La verdad?
Pepa y Licha: ¿La humildad?
Felicia: ¿El descanso eterno?
Satán: No precisamente. Pero les doy de comer, los llevo a pasear, les procuro chismes y mentiras para que se puedan divertir y los dejo descansar.
Lucía: ¡Pero nunca nos darás la fe!
Satán: (Exasperado) ¿Para qué la quieres?
Lucía: Para seguir viviendo en paz. (A los demás) Acabemos con las tentaciones, ¡fuera!
(Todos se les echan encima a los diablos)
Satán: ¡Alto! (Todos se paran) Estoy seguro que todo esto viene del angelito éste. Les propongo una última cosa.
Todos: ¿Qué?
Satán: El angelito y yo nos agarraremos a guamazos. Si él gana, se van con él. Pero si yo gano, se vienen conmigo.
Todos: ¡Sí, sí!
Lucía: ¡No! ¡No arriesguemos nuestras convicciones por una apuesta!
Miguel: ¡No temas! Mi fuerza es la fe de ustedes. Si creen en mí, ganaré; si no, perderé.
Lucía: Está bien.
Satán: ¡Ándale Miguelito, así te quería agarrar!
(Se preparan para pelear. Todos le echan porras a Miguel, y Satín a Satán. Comienzan la pelea en cámara lenta; Satán lleva la delantera)
Lucía: ¡Más fe, muchachos! ¡Más fe! ¡Tenemos que creer en él! ¡Todos a creer en el Arcángel!
(Todos hacen un gran esfuerzo, como pujando con la mente. Poco a poco Miguel recupera terreno. Sigue la pelea, las porras, hasta que por fin Miguel gana)
Todos: ¡Viva! ¡Bravo! ¡Bravo Miguel!
Miguel: No gané yo, ganaron ustedes. ¡Gracias por creer! Ya mero no la cuento…
Satán: Ay, Miguelito, ganaste otra vez. Pero ni creas que es la definitiva, ya te las verás conmigo muy pronto. ¡Vámonos Satín! (Sale Satán arrastrado por Satín)
Miguel: ¡Ahora sí! ¡Vamos todos a adorar al Salvador! (Cantan “Vamos pastores, vamos”)
(Se dirigen los pastores y Miguel hacia el otro lado del escenario donde están la Virgen, San José y los Reyes Magos)
Melchor: Flor de nieve parece la estrella, flor de luz.
Gaspar: Derrama su blancura por la Tierra.
Baltazar: Flor de nieve, flor de luz.
Gaspar: Y la Tierra rezuma y huele su frescor.
Melchor: Desde Oriente hemos venido a traerte estos presentes.
Baltazar: Oh Niño Dios, Niño Salvador.
Rey 1: Yo te ofrezco la mirra.
Rey 2: Yo te ofrezco el oro.
Rey 3: Yo te ofrezco el incienso.
Miguel: Gloria a Dios en las Alturas y paz en la Tierra a los hombre de buena voluntad.
(Se escucha el Aleluya y todos van adorando al Niño Dios).

(Se cierra el telón)


FIN

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